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Verbo Libertario: 10 años de caminar desde el anarquismo
Verbo Libertario: 10 años de caminar desde el anarquismo
Marcelo Sandoval V.
La revista Verbo Libertario cumple 10 años, en julio de 2007 apareció su primer número, muchas cosas han cambiado desde ese tiempo, otras se mantienen y se afianza. La historia de Verbo Libertario es un espejo para mirar un devenir discontinuo en la perspectiva de un horizonte ético y político anarquista. Por Verbo Libertario han pasado muchas personas y colectividades que desde distintos modos nos hemos esforzado por construir otras relaciones sociales, de hacer crecer ese mundo nuevo, que Durruti nos dijo que crece en los corazones de cada una y de cada uno que siente rabia, que sufre, que se rebela, que desobedece.
A través Verbo Libertario, se ha logrado percibir el pasar de los años, se manifiestan los proyectos frustrados y las tentativas por seguir resistiendo y existiendo. Nos damos cuenta quienes ya no están, algunos se fueron y pensaron que había cosas más importantes en la vida, también, hay quienes cayeron en la desesperanza o que son caídos producto de esta guerra voraz que cada vez llega a más resquicios, en este mismo 2017 fue asesinado David Gómez, un compañero que fue parte de esta historia. Y otros, todavía sentimos vergüenza y por eso intentamos seguir aprendiendo a organizarnos y a luchar, seguimos estudiando y evitando que nos alcance la desesperanza, ese peligroso enemigo de los tratan de ser revolucionarios. De igual manera, se ha ido incorporando personas que mantienen viva todavía a Verbo Libertario.
Los que iniciamos hace 10 años con este esfuerzo, nos encaminamos a través de la revista en una tentativa por construir un proyecto político comunista anarquista, capaz de dar rienda suelta a experiencias de autogestión integral de la vida, a forjar relaciones de apoyo mutuo, a tratar de salir de la represión que el movimiento anarquista había vivido en carne propia y para prepararnos ante las nuevas modalidades de represión que se avecinaban. Pero en ese verano de 2007, nunca nos imaginamos que se trataba de una tormenta, que la guerra que comenzó el día que surgieron el patriarcado y gracias este el colonialismo, y gracias a estos el Estado, y sostenido por estos tres pilares el capitalismo, que este recrudecimiento de la guerra social es parte de una nueva época, es una guerra que al día de hoy ha dejado un saldo de decenas de miles de desaparecidos, varios cientos de miles de asesinados, decenas de miles de mujeres que son asesinadas y desaparecidas, y que ante lo nos vamos dando cuenta día con día está situación nos resulta aterradora; además, estamos ante cadáveres de territorios destruidos en beneficios de la acumulación y la ganancia.
Verbo Libertario la pensamos como un intento de revertir una situación, ya no de desarticulación, sino de una real disolución de las colectividades anarquistas que había en la ciudad, y la disolución de muchas iniciativas en todo el país. El sentido de la revista, cuando la esbozamos, cuando comenzamos a dialogar la idea, se pensó como un espacio-tiempo desde donde se crearan formas de comunicación autentica, una comunicación que construye vínculos y complicidades, que sirviera para la auto-formación política de los que nos comprometimos con el proyecto, que nos agitara la vida cotidiana, es decir, que convierta nuestra vida dentro de este mundo de dominio y explotación en algo insoportable, y que nos agitara en el sentido de una revolución de la vida cotidiana, que no una revolución del estilo de vida. La revolución de la vida cotidiana es la misma revolución social por la vivieron los Flores Magón, las Emma Goldman, las Louise Michel, los Nestor Makhno, los Julio Chávez López, las Soledad Sosa, los Buenaventura Durruti. Es la revolución que obstruye toda forma de dominación y que sólo puede ser obra de la colectividad auto-organizada y bajo la puesta en práctica de la acción directa.
Pienso que ahora, a 10 años de distancia, y donde Verbo Libertario a pasado de ser un esfuerzo sostenido primero por el Colectivo Sacco y Vanzetti, luego por el Grupo Libertario Solidaridad y ahora por el Centro Social Ruptura, el horizonte y el proyecto se mantiene, o al menos algunos de los que seguimos dándole vida a la revista queremos seguir siendo agitados, seguimos por el comunismo anárquico y por la revolución social.
Si hace 10 años pensamos que necesitamos auto-organizarnos, que necesitamos construir un proyecto político anarquista de carácter local, nacional e internacional, que necesitamos actualizar el pensamiento anarquista, que la ética anarquista sigue siendo rabiosamente actual, que tenemos que configurar una práctica política acorde al tiempo presente. Hoy estas intuiciones siguen siendo no sólo pertinentes, sino urgentes. Si no creamos una fuerza colectiva capaz de inhibir y desarticular la guerra capitalista, si no creamos relaciones sociales que obstruyan la reproducción del dominio, si no creamos proyectos que nos permitan prescindir y dejar de depender del Estado y el capital, la guerra, esta tormenta que está encima de nosotras y nosotros, nos va destruir.
Pero, qué implica auto-organizarnos, qué implica hacer política anarquista, qué implica vivir desde una ética anarquista. Lo que es seguro, es que la respuesta y la problematización de esas interrogantes sólo se puede esbozar desde el aquí y el ahora, no se trata de algo que vamos a resolver en el futuro, tampoco se trata de que la respuesta está en una nostalgia por el pasado rebelde. La ruptura, el conflicto, la revolución social sólo existen en el tiempo del ahora. Ya lo dijo Gustav Landauer, somos revolucionarios en el instante en que hacemos la revolución, la revolución son los instantes revolucionarios que abren y esbozan mundos nuevos, sin dominio ni explotación. Crear organización es tratar de re-crear nuestra vida desde lo colectivo, desde el apoyo mutuo, la afinidad, la complicidad y la afectividad. Hacer política anarquista es imposibilitar las jerarquías, es negarnos a obedecer, es poner por delante la dignidad y la rebeldía.
Estas interrogantes, en el plano de la ética, que siempre va por delante dentro de la tradición anarquista, no pueden pensarse más que desde el rechazo total contra la formula autoritaria que piensa que el fin justifica los medios. Sólo así podemos configurar una política como despliegue de la acción directa de los interesados mismos para resolver nuestras necesidades e intereses. Un anarquismo que reconoce que la emancipación es un acto de auto-emancipación, que debe acabar con los jefes y las vanguardias. Es decir, una ética que no separa la militancia de la vida diaria.
El anarquismo nos recuerda que no necesitamos jefes, vanguardias, iluminados, líderes carismáticos o caudillos, pues los de abajo auto-organizados podemos crear todos mundos que imaginemos. El anarquismo nos recuerda que nosotros hacemos todo lo que existe en este mundo, la generaciones pasadas y presentes con su hacer lo han construido e imaginado, por tanto, nosotros podemos crear algo nuevo en el momento que lo decidamos.
Necesitamos en el presente, quizá ahora más que nunca, la construcción de un pensamiento-práctica revolucionaria, la creación de una praxis revolucionaria, la situación de guerra que vivimos nos obliga, y hace que resulte urgente una labor de desvío del horizonte revolucionario que apueste por la rebelión en el día a día contra lo instituido, desde los instantes vividos como insumisión de la jerarquía. Es una revolución de la vida cotidiana, que rechaza cualquier pretensión de asociar el término con estatuas, nombres de calles, desfiles militares, constituciones, comisarios políticos, purgas, mártires, héroes, mausoleos, burócratas, tiranos, demagogia, prestigio y espectáculo. Pensar la revolución en el sentido de un horizonte anticapitalista y antiestatal, donde la apuesta es por la autogestión de la vida, nos obliga a dejar de concebirla como un instante excepcional, a menos que hablemos de un “estado de excepción permanente”, en afinidad con Walter Benjamin, donde es posible reconocer que el antagonismo social y la crisis, la catástrofe y las posibilidades emancipatorias no son algo esporádico ni un accidente, sino que conviven en contradicción desde dos temporalidades, el continuum histórico: la historia de los vencedores, la historia del flujo homogéneo y vacío de la dominación; y el tiempo discontinuo: los momentos de interrupción de esa dominación, los saltos fuera de la historia que ponen en cuestión la división de la sociedad entre dirigentes y súbditos, que destruyen toda separación. Sólo asó podemos cargar la memoria de temporalidades llenas, que se mantengan
vivas en esta lucha en forma de confianza en sí mismo, de valentía, de humor, de astucia, de incondicionalidad, y su eficacia se remonta en la lejanía del tiempo. [pues] Van a poner en cuestión, siempre de nuevo, todos los triunfos que alguna vez favorecieron a los dominadores (Benjamin, 2008: 20).
No es una revolución espectacular, no conlleva prestigio ni reconocimiento, es un caminar en silencio que de tanto en tanto tiene desdobles insurreccionales, rebeliones populares, iniciativas de autodefensa, tentativas de autogestión generalizada y proyectos-experiencias de autonomía.
Como decían los magonistas, los movimientos anticapitalistas y las comunidades y pueblos en lucha sólo cuentan con sus propias capacidades y horizontes, por tanto, todo aquel que se quiera erigir como jefe, asesor o experto, todos aquellos que se autoproclamen como la vanguardia, como los líderes y como los que aportan la línea política correcta, dicen los magonistas, son reaccionarios y obstruirán en todo momento el proceso emancipatorio.
La praxis revolucionaria que nos propongamos esbozar, puede partir del acto de recordar. Rememorar nos permite hacer la resistencia y la rebeldía al lado de los muertos que han luchado por un mundo comunista anárquico –sin dominadores ni dominados, sin explotadores ni explotados–; nos permite sentir su dolor y rabia, para que se encuentre con nuestro dolor y rabia; nos permite que nos compartan de su pasión y sus fuerzas. La memoria crea un vínculo de apoyo mutuo y de complicidad entre los insumisos de ayer y hoy, instituye un deseo de venganza y una necesidad de reparación de los agravios de toda la historia.
Esta memoria nos puede recordar el instante de peligro actual, un instante en el que estamos situados, donde se nos quiere imponer una disyuntiva, sobre la que tenemos que decidir, detener la guerra o hacer la revolución. Esta fórmula donde se separa la solución de la guerra con las posibilidades emancipatorias está orientada a crear nuevas ilusiones, nuevos fantasmas que nos mantengan en la explotación y oprimidos, estas ilusiones vienen en forma de nacionalismos, de elecciones, de partidos, de salvadores, coordinadores. Tenemos que pensar y actuar en la perspectiva de que guerra y revolución caminan juntas. Los medios son el fin, por tanto, sólo podremos ganar la guerra conforme se profundice la organización para la autogestión de la vida.
Pienso con Malatesta que lo esencial es desarrollar el espíritu de organización, el sentimiento de solidaridad y la confianza de la necesidad de cooperar fraternalmente, con la convicción de que “es necesario un trabajo continuo, paciente, coordinado, adaptado a los diversos ambientes y a las distintas circunstancias” (Malatesta, 2007: 172). No queda más que la auto-organización entre nosotras y nosotros mismas, para hacernos responsables de nuestra propia vida, para fomentar la autonomía colectiva y construir formas de comunicación autentica y de base.